lunes, 6 de julio de 2015


La vida plena

04-07-15
Rhodéa BlasónLas apariencias engañan. Las imágenes, el aspecto, las fachadas pueden llegar a ser un fraude mayúsculo y existen seres humanos que utilizan ese exterior como treta de seducción, artimaña de confusión económica, ardid de fraude empresarial, señuelo de fascinación erótica, timo de engatusamiento ficticio, … Hay infinidad de modelos para proceder conforme al resultado que se quiera alcanzar y a los objetivos que se estipulen e investiguen por quienes ponen en práctica estas engañifas con el fin de obtener beneficios de cualquier índole y sin concernir sacrificios ni riesgos. Sinceramente, el ojo humano es capaz de traicionar a su propietario desafiándole con los lances más inverosímiles jamas discurridos, calculados o sospechados. Exactamente idéntico que un prisma de cristal puede descomponer la luz en multitud de colores, según los reflejos lumínicos que le afecten, nuestros luceros pueden observar situaciones imaginarias, engañosas, utópicas o inexistentes, pero que verdaderamente intuimos como legítimas.
Lo que vemos no siempre es la realidad verídica. ¿Ver o creer ver?. La respuesta es arduamente dificultosa de descubrir. La imaginación recrea coyunturas que desorientan nuestro entendimiento transportándonos a errados dictámenes. Tales como las difamaciones o infundios que causan la pérdida de la honra de otros seres tras el menoscabo de calaveras o depravados que no distinguen si ven o creen ver. Desafortunadamente continúa perdurando este paradigma de anormalidad colectiva como pauta a persistir independientemente de la clase social, linaje, edad, formación,… Departir sobre lo que nuestra vista nos aparenta haber advertido sin comprobación que le dé certeza alcanza potestad de pernicioso y perverso, y acostumbra a exteriorizarse en perfiles taimados y ladinos que, consciente o inconscientemente, perpetran y urden estropicios exagerados y crueles en seres humanos con un entendimiento cerebral excesivamente endeble y pusilánime.
Los sujetos de carácter hercúleo no son bien vistos por gran parte de la humanidad. ¡Ni ven ni creen ver! Se esfuerzan en sus tareas, se afanan en consagrar tiempo fructífero con su pareja y su prole, se esfuerzan en cultivarse culturalmente, existen para comprender el “ser y el estar” en su subsistencia, …no tienen oportunidades para desaprovechar ni segundos vitales que malbaratar. Esto tan evidente no es advertido por ignorantes y ramplones que “llevan y traen” maledicencias y chismorreos de quien les sabe necios y no les tolera su impertinente intención de dominio, ni les consiente percatarse de sus acciones. Eludir estas gentes les produce un daño irreparable en su condición humana, ya que se saben ultrajados y agraviados por quienes ellos pretenden humillar y calumniar. Son como parásitos que si no se nutren de las acciones de otras personas agonizan hasta sucumbir. ¡No permitamos que puedan con los seres humanos que tenemos vidas plenas!
Para conseguir una vida plena. Seamos felices, orgullosos de nuestras acciones, sorteemos y apartemos de nuestra senda a quienes con malicia persiguen saber de nosotros para vilipendiar la conducta con la que procedemos. Nunca alcanzarán contento ni prosperidad porque no se crean su propio trayecto de vida. Permanecerán vacíos de sentimiento, conocimiento y actitud.
Su fachada exterior será pura apariencia, pero su corazón se convertirá en el de menesterosos ávidos de lograr la vida ajena que perseguirán sin pasar de ser meros cicateros y miserables.
Rhodéa Blasón.

viernes, 3 de julio de 2015

Las sensaciones personales

27-06-15
Rhodéa BlasónLas sensaciones. Durante nuestra corta o dilatada existencia no renunciamos a la recopilación de sensaciones que nos transmiten emociones y nos proporcionan vestigios trascendentes en nuestra alma y en nuestro corazón. Mientras deambulamos creando nuestra historia incoamos un cofre personal e inherente a nuestra persona colmado de impresiones, corazonadas o presentimientos que se va incrementando y engrosando según las primaveras que festejemos y que nos atiborra de experiencias, unas provechosas y otras molestas, de las que tenemos la misión de extraer los destacados beneficios que nos brindan para que nuestra vida no se vea menoscabada por los aconteceres nocivos, de los que debemos aprender, pero exprimiendo su savia hasta llegar a la conclusión de que no son viables en un caminar recto y justo.
Sus sensaciones. Hay quien vive creando quimeras por donde pasa por la simpleza de su existir valdío, yermo y sin ocupación, salvo la curiosidad por los otros seres humanos. Claro está que siempre es más fácil criticar “la paja en el ojo ajeno que en el propio”, aunque este rebose rastrojos. No obstante, de todos es sabido que los lelos y cretinos han existido siempre y persistirán en el tiempo porque no les interesa formarse culturalmente o dedicarle tiempo a su familia, sin vituperar, juzgar o murmurar sobre las personas que habitan en su contorno.
Nuestras sensaciones. El Camino personal debe ser firme, íntegro y equitativo; deberemos obviar las maledicencias que sólo causan infelicidad a quienes las refieren y prestar esmero y deferencia ante los dictámenes de nuestro conocimiento sobre las sensaciones que nos aportan los demás. Hay personas que contagian felicidad y esmerada armonía, mientras que otras infectan al prójimo con sus calumnias y fingimientos. Acerquémonos a las primeras para que su dicha se vincule a nosotros, y distanciémonos de los segundos para que no nos emponzoñen ni inoculen con su inmoralidad e iniquidad mental, ya que nunca serán capaces de salir del obscuro tunel en el que trazan su itinerario vital.

domingo, 28 de junio de 2015

¿Sal o azúcar?

19-06-15
Rhodéa BlasónNuestra existencia es un compromiso que nos obliga a subsistir con responsabilidad, seriedad y madurez. No seleccionamos ni escogemos el instante, el linaje, ni el emplazamiento en el que iniciamos el trayecto de la vida. Arribamos al planeta despojados de opulencias o fortunas, aunque tras el alumbramiento el recién nacido portará el lastre de azúcar o sal que conservará y acarreará mientras viva, conforme le atribuya el clan que le dé sus apellidos. Evidentemente las coyunturas que deba sortear vigorizarán la energía con la que desafíe las dificultades y contrariedades que puedan transformar su posición y circunstancias naturales en propicias o dificultosas.
¿La sal o el azúcar? No hay autoridad suprema en la tierra que pueda permitirse o facultar dictamen alguno ante tamaña alternativa. El seno de la familia y las disyuntivas que rebasemos hasta el trance de nuestro deceso harán más agria, afligida o amarga la senda a seguir o más dulce, grata y afable el trayecto a transitar: ¡sal o azúcar!. Tal vez no nos demoremos excesivamente cavilando o recapacitando sobre esta controversia vital porque, pobres ingenuos, no sospechamos que la duración de nuestra vida consiste señeramente en un sucinto aliento: se interrumpe en un segundo.
¿Tribulación o bondad? Los seres humanos no reconsideramos ni intuimos que nuestro existir verdaderamente es tan exiguo, porque no incorporaríamos sal a las llagas del prójimo para incendiarlo de tortura y calvario sin interesarnos el suplicio que haya de tolerar o las tribulaciones ante las que tenga que sucumbir. Antagónicamente si a nuestros rivales les convidamos a la melosidad del azúcar les empujaríamos a replantear su antipatía y desavenencias trocándole de coraje y entereza para controvertir su desconocimiento en agradable benevolencia.
Responsabilidad, seriedad y madurez. ¡Amplios espectros de un mundo lleno de quimeras! Los mortales no nos conducimos conforme a estos atributos desde el prisma de la ética: no somos responsables moralmente y no aplicamos la seriedad ni la madurez en nuestro camino vital. Poseemos, y nos jactamos de ello, una ignorancia íntegra y totalmente supina de lo que la conducta moral nos reivindica y nos granjea hasta nuestro último aliento, sobrellevando sobre nuestros lomos circunstancias pavorosas y espeluznantes, inverosímiles para quienes poseen un proceder profundo e íntimo y acatan los preceptos más versados de las obligaciones de los hombres.

jueves, 18 de junio de 2015


¿Respeto o temor?

11-06-15
Rhodéa Blasón¿Respeto o temor?. Es una desventura que nuestra sociedad no sepa el significado de estos vocablos en la coyuntura convulsa en la que existimos. Pero es peor que la humanidad se estimule por tantos seres que confunden ambas palabras sintiéndose adalides en conciliábulos de zopencos y mentecatos. Amedrentan a quienes creen frágiles de carácter bajo el yugo de sus estulticias y algunos no se conforman con este atropello sino que consiguen maltratar de hecho a sus semejantes. Machos y hembras desafían y coaccionan neciamente y porfiando al resto de la humanidad por suponerse erróneamente seres superiores. Dentro de la familia humana no existen seres supremos venturosamente, sino individuos que tenemos la responsabilidad de Ser y Estar y coexistir armónica y correctamente unos con otros.
Respetar es querer, honrar, admirar, considerar, ennoblecer, … a quienes nos encandilan con una conducta y proceder encomiables. El respeto se adquiere con quehaceres y procederes ejemplares, pero esto los aviesos no lo disciernen ni intuyen por su carencia de ilustración y erudición. ¡No dejan de ser imbéciles mentales, espirituales e intelectuales!. Cuando estos débiles cerebrales fracasan en su existencia desarrollan un engrandecimiento propio ilusorio y ficticio que les hace proceder como palurdos y ceporros engatusando con su propia ignorancia a algunos y decepcionando a los más despiertos y avispados.
Temor es asombro, desasosiego, espanto, desconfianza, …Ningún talante firme se deja apabullar por mastuerzos sin cultura por muy prepotentes que quieran aparentar. El despotismo, el abuso y la dominación no son atributos de criaturas ejemplarizantes y deberíamos erradicarlos de la sociedad en la que vivimos.

martes, 2 de junio de 2015

Mi artículo semanal en el diario Cronica3
La Convivencia......¿UNA UTOPÍA?


¡Qué difícil resulta la convivencia entre los seres humanos! En el ámbito de las familias, de los trabajos, con los amigos, en situaciones de asueto, entre vecinos, …. en cantidad de coyunturas que enredamos inconfundiblemente los mortales. Convivir es respetar, tolerar, comprender, empatizar, forjar vinculaciones afines bajo lazos de educación, civismo y corrección.
Pero el impedimento de cualquier tipo de coexistencia o relación resulta de querer ser superior a nuestros semejantes, de no alcanzar la equidad en nuestras acciones para con los otros, de querer imponer nuestra voluntad sin pensar en los perjuicios que esto pueda originar en las demás personas, en soñar con una mansión monumental, mientras permitimos que se nos empequeñezca el alma, la moral y la voluntad.
¡Los seres humanos deberíamos convivir en armonía! Bajo las pautas de una esmerada educación no sería imposible que los individuos cohabitemos en concordia, pero con escasos abriles asimilamos obstáculos y traspiés que se agrandarán conforme cumplamos primaveras. Desde mocosos aprendemos la dificultad de las relaciones entre los humanos producidas principalmente por un afán de protagonismo desmedido, por nuestra exigua formación y alentada, en incontables oportunidades, por nuestros progenitores.
La convivencia en equilibrio …¿una utopía? La sociedad ha sido corroída por una marabunta de defectos y vilezas que han arraigado en ella y que no serán detenidos obviamente ni por la pátina de las mejores capacidades sociales, mientras no evolucionemos y renovemos nuestra ética. Debemos ser mejor personas desde lo más profundo de nuestro corazón, solidarizarnos con los problemas y situaciones vividas por los otros, …en definitiva, aliviar y restablecer la humanidad en la que existimos de la cantidad de pandemias colectivas que la asolan si deseamos que nuestros vástagos hereden una vida social mejor.

sábado, 23 de mayo de 2015

El lenguaje perdido

Artículo semanal que escribo en el diario  http://www.cronica3.com/
Los seres humanos tenemos cada vez más mermada nuestra capacidad de relación con nuestros semejantes. La fatalidad combinada con la ignorancia han logrado que se disipase el “don de la palabra”. No utilizamos con provecho el dominio, el vigor, la prerrogativa y la valía de nuestro amplio idioma, con su copioso, fértil, desbordante y pletórico léxico. Con una lingüística gramatical profunda y extensa de la que pocas lenguas pueden jactarse y vanagloriarse. La palabra es siempre nuestra mejor arma y un valioso escudo ante cualquier pauta o traza de afrenta o cuita. Con su utilización pertinente podemos protegernos, disculparnos, atacar, culpar, mandar, autorizar, permitir, dominar, amar, odiar, respetar, entretener, …
Mi progenitora aseveraba que “Con vinagre no se cazan moscas, sino con miel”. Invariablemente refería y citaba sin descanso esta inmemorial sentencia como procedimiento de negociación arbitrando con educación, cultura, cortesía, delicadeza, afabilidad y afecto la consecución de una meta o finalidad eludiendo, sorteando, precaviendo y obviando altercados, discusiones, enfrentamientos, disgustos, y enojos desagradables.
Causa profunda consternación, desagrado y repulsión ver la crispación que se revela a través de un individuo que sermonea, arenga o soflama a otro desconociendo las bondades de nuestra expresión oral. Entretanto, el buen conocedor, el experto, el avezado, el “maestro del habla” en su magistral diseño y estructura ocasiona una abismal, intensa y reflexiva satisfacción, complacencia, deleite, embeleso, encanto, ante su cultivada oratoria, inteligencia, erudición y sabiduría.
Es nuestra obligación, responsabilidad, cometido y compromiso con nuestra familia y sociedad que se emplee, maneje, apliquemos y beneficiemos acertadamente nuestro idioma. La cultura de un país se calibra y evalúa por la capacidad de conocimiento y entendimiento de sus ciudadanos, competentes para razonar, meditar, analizar y argumentar con educación, intelecto, comprensión y armonía. Ilustremos, preparemos y expliquemos a niños y jóvenes en el estudio de la didáctica de nuestra extraordinaria y fascinante forma de expresión para que se haga más conocida, utilizada, fuerte, recia y vigorosa.